...porque un solo lugar no es suficiente, necesite de re inventarme la vida y termine en las orillas, al filo del abismo no hay otra opción solo volver a comenzar...

4 de mayo de 2009

En el vaivén de mis débiles cerdas


Te he limpiado el polvo de tus gastados pasos, ahora que no estás limpiaré los zapatos cuadrados de tu nieta, agonizo en el vaivén  de mis débiles cerdas, ahora que no estás…


Cuándo alguien se va que nos deja?

 Hace ya casi un año y medio que el abuelo se nos adelanto, la más flaca y fría le dijo: vámonos Celso, el abuelo como a leguas se le notaba que era bien ojo alegre la siguió de seguro la confundió con una de esas mujeres que el decía le echaban los perros. Después de su partida quedo pendiente que me visitara, pues cuando nos despedimos  se comprometió alcanzarme por acá, pero ya la musa de Guadalupe Posada le había echado el ojo.

El abuelo no poseía riquezas, a mi madre solía decirle que estudiara ya que era la única herencia que le podía dejar. Fue un hombre trabajador, autosuficiente hasta decir ya no, de humor negro y consentidor, mal hablado eso sí, muy mal hablado. Lo que más recuerdo de él es que cuando llegaba de visita aventaba una maletita donde cargaba mercancía (relojes, camisas, lociones etc.) la deslizaba por el piso hasta quedar por debajo de una silla de madera que después serviría de brazos de Morfeo para que así más tarde dejará reposar su cansado cuerpo. También solía darme de niña traguitos de cerveza para abrirme el apetito lo único que lamento es que no haya sido indio, pero bueno, después ya me tocaría elegir la mejor cerveza.

Al ya no ser parte de este mundo, al menos no físicamente,  mi padre fue a limpiar el departamento donde vivió sus ultimas horas, (uuuy al escribir esto sentí calosfríos, si andas por ahí Celso por favor házmelo saber, dale dos golpes a la mesa me gustaría preguntarte algo), evidentemente mi abuelo tal como se lo dijo a mi madre, no poseía riquezas pero si un montón de cosas antiquísimas que van desde fotografías de la familia donde puedo respirar los haluros de plata, recibos de pagos por los servicios militares de mi tatarabuelo, sombreros, bastones, pañuelos, trastos, bolsitas de dulces de mis piñatas, claro ya sin dulces supongo que las conservaba porque eran muy originales, monedas devaluadas, ningún centenario, zapatos, camisas como unas 150 con estampados retro, etcétera. El abuelo dejo todas sus pertenencias como es bien sabido, nada te llevaras cuando te mueras ni siquiera tu ultima comida. Por cuestiones de trabajo no asistí al funeral, yo acababa de mudarme de ciudad y tenía como 10 días de haber comenzado a trabajar.  Mamá tuvo la precaución de comprar funerales a futuro ya que los tramites son muy paletosos para quien tiene la responsabilidad de efectuarlos y ni tiempo te dejan para llorar.

En esta última visita que hice al puerto de cuyo nombre no quiero acordarme (risas… me vi muy Quijote), le comente a mi padre que boleaba mis zapatos con una brocha porque no tenía cepillo, él como fue el que más se surtió con las cosas del abuelo todo por ser el valiente de ir a limpiar la vivienda, me dijo que el tenía dos cepillos que pertenecieron a Don Celso, así que me daría uno, los tomo y puso las manos atrás, después dijo: izquierda o derecha, no me acuerdo que fue lo que yo le conteste pero me toco el más usado y terminó dándome el mejorcito.  Poseo del abuelo un cepillo para bolear zapatos y un pañuelo que no sé como llego a mi maleta, obviamente las fotos todas si excepción son mías porque en mejores manos no pueden estar. Al darle otra leía a texto recordé que al abuelo no le gustaba que le dijéramos “abuelo”, espero que no me venga a jalarme los pies.


1 comentario:

Anónimo dijo...

que nos dejan los ausentes? todo lo que no se pueden llevar....

por eso los que no tenemos nada ya la hicimos, derechito al olvido que es donde tenemos que estar.